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Una teoría de todo, de Ken Wilber (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Además, cada una de las olas puede verse activada
o reactivada en respuesta a las distintas circunstancias que nos
depara la vida.'- Así, las situaciones de emergencia
estimulan los impulsos rojos del poder; el caos reactiva el meme
azul del orden; la búsqueda de un nuevo trabajo incentiva
los impulsos naranja del logro y el matrimonio y la amistad pone
en marcha el meme verde de la intimidad. Todos los memes, pues,
aportan algo sumamente importante.

Lo que ninguno de esos memes puede hacer, no
obstante, es darse plena cuenta de la existencia del resto de los
memes.
En consecuencia, cada uno de los memes del primer
grado considera que su visión del mundo es la única
adecuada y, por tanto, reacciona negativamente cada vez que se
siente amenazado. Por ello también el meme azul del orden
se siente muy incómodo con la impulsividad roja y con el
individualismo naranja, que el meme naranja del logro considera
que el orden azul es cosa de personas muy rígidas y que la
vinculación propia del meme verde es cuestión de
gente muy blanda. El igualitarismo del meme verde, por su parte,
no admite fácilmente la excelencia, el ordenamiento
jerárquico de valores, las grandes imágenes ni nada
que pueda parecer autoritario y por ello también suele
reaccionar con mucha virulencia en contra del meme azul, del
naranja y de cualquier otro meme posterior al verde.

Este estado de cosas empieza a cambiar con la emergencia
del "pensamiento de segundo grado", una modalidad plenamente
consciente de los estadios interiores del desarrollo que permite
-aunque no lo haga de un modo claramente articulado- dar un paso
atrás y asumir una visión más global. Por
ello el pensamiento de segundo grado reconoce y comprende el
papel que desempeñan -y, en consecuencia, la necesidad-
del resto de los memes.
Por esta razón la conciencia
de segundo grado no sólo piensa en términos de un
determinado nivel sino de la espiral completa de la
existencia.

Así, cuando el meme verde comienza a aprehender
los muchos y muy diversos sistemas y contextos que existen en las
diferentes culturas, el pensamiento de segundo grado, que no en
vano es conocido también con el nombre del meme sensible
(es decir, sensible a la marginación de los demás)
va un paso más allá y, al advertir los ricos
contextos que vinculan estos sistemas plurales, comienza a
integrar los sistemas separados en espirales y
holoarquías integrales y holísticas. El pensamiento
de segundo grado, dicho en otras palabras, resulta útil
para pasar del relativismo al holismo o, lo que es lo mismo, del
pluralismo al integralismo.

La extraordinaria investigación llevada a cabo
por Graves, Beck y Cowan señala que la conciencia integral
de segundo grado se despliega, al menos, a través de dos
grandes olas:

7. Amarillo: Integrador. La vida se presenta
como un caleidoscopio de jerarquías [holoarquías],
sistemas y formas naturales cuya prioridad principal gira en tomo
a la flexibilidad, la espontaneidad y la funcionalidad. Las
diferencias y las pluralidades pueden integrarse naturalmente en
corrientes interdependientes. El igualitarismo puede
complementarse, cuando es necesario, con grados naturales de
ordenamiento y excelencia, con lo cual el rango, el poder, el
estado y la dependcencia del grupo se ven reemplazados por el
conocimiento y la idoneidad. El orden mundial prevalente es el
resultado de la existencia de diferentes niveles de realidad
(memes) y de las inexorables pautas del movimiento de ascenso y
descenso en la espiral dinámica. El gobierno adecuado
facilita la emergencia de entidades pertenecientes a niveles de
complejidad cada vez mayor (jerarquía anidada). (1% de la
población y 5% del poder.)

8. Turquesa: Holístico. Sistema
holístico universal, holones/olas de energías
integrativas; integra el sentimiento y el conocimiento;
múltiples niveles entrelazados en un sistema consciente."
Orden universal consciente y vivo que no se basa en reglas
externas (azul) ni en lazos grupales (verde). Tanto
teórica como prácticamente, es posible una "gran
unificación", una TOE. Hay ocasiones en que desencadena la
emergencia de una nueva espiritualidad que engloba la totalidad
de la existencia. El pensamiento turquesa utiliza todos los
niveles de la espiral, advierte la interacción existente
entre múltiples niveles y detecta los armónicos,
las fuerzas místicas y los estados de flujo que impregnan
cualquier organización. (1% de la población, 1 %
del poder.)

Con menos del 2% de la población en el
pensamiento de segundo grado (y tan sólo un 1 % en el meme
turquesa), el pensamiento de segundo grado es relativamente raro
hoy en día y constituye una auténtica "vanguardia"
de la evolución colectiva del ser humano. Beck y Cowan
ilustran este tipo de conciencia con ítems que van desde
la noosfera de Teilhard de Chardin hasta la emergencia y
expansión de la psicología transpersonal, las
teorías del caos y de la complejidad, el pensamiento
sistémico integral-holístico, las integraciones
pluralistas de Gandhi y Mandela afirmando con toda claridad que
se halla en marcha un proceso de actualización de memes
todavía más elevados…

El salto a la conciencia de segundo
grado:

Pero, como señalan Beck y Cowan, la emergencia
del pensamiento de segundo grado debe vencer la resistencia que
le ofrece el pensamiento de primer grado. De hecho, existe una
versión del meme verde postmoderno (abiertamente
pluralista y relativista) que se muestra francamente refractario
a la emergencia de un pensamiento más integrador y
holístico. Como señalan Graves, Beck y Cowan, sin
el pensamiento de segundo grado, la humanidad está
condenada a ser la víctima de una especie de "enfermedad
autoinmune" en la que los distintos memes luchan entre sí
por la supremacía.

Éste es el motivo por el cual muchos de los
argumentos presentados no reflejan tanto una evidencia
objetiva, como el nivel subjetivo de quienes
los esgrimen. Poco importa la cantidad de evidencia
científica naranja presentada porque nunca acabará
convenciendo a los creyentes míticos azules y lo mismo
ocurrirá con la relación verde o el holismo
turquesa, que jamás impresionarán a la agresividad
naranja ni al pluralismo verde, respectivamente… a menos que el
individuo se halle preparado ya para dar un paso hacia adelante
en su camino a través del proceso espiral y
dinámico del desarrollo de la conciencia. Y éste es
también el motivo por el cual los debates "inter-niveles"
rara vez se resuelven y que todas las partes implicadas salen de
ellos con la sensación de no haber sido siquiera
escuchadas.

Del mismo modo, nada de lo que podamos decir en este
libro le convencerá de la plausibilidad de una TOE, a
menos que su paleta cognitiva se halle ya teñida con un
toque de turquesa (en cuyo caso pensará: «
¡Esto es algo que ya sabía, aunque ignoraba el modo
adecuado de articularlo! ».

Como estábamos diciendo, los memes de primer
grado suelen resistirse a la emergencia de los memes de segundo
grado. Por ello el materialismo científico (naranja) se
muestra violentamente reduccionista con los constructos de
segundo grado y trata de reducir todos los estadios interiores a
fuegos artificiales neuronales objetivos; el fundamentalismo
mítico (azul), por su parte, suele sentirse ultrajado, con
lo que muy a menudo considera como un intento por derribar su
Orden establecido; el egocentrismo (rojo) ignora por completo el
pensamiento de segundo grado; la magia (púrpura) lo
maldice, y verde, por su parte, acusa a la conciencia de segundo
grado de ser autoritaria, rígidamente jerárquica,
patriarcal, opresiva, marginalizadora, racista y
sexista.

En las últimas tres décadas, el meme verde
-cuyos términos claves probablemente ya conozca
(pluralismo, relativismo, diversidad, multiculturalismo,
deconstrucción, antijerarquía, etc.)ha estado a
cargo de los estudios culturales.

Y hay que decir que el relativismo pluralista verde ha
ensanchado noblemente el canon de los estudios culturales hasta
incluir muchas personas, ideas y narrativas anteriormente
marginadas' y ha actuado con la sensibilidad suficiente como para
tratar de corregir los desequilibrios sociales y evitar las
prácticas marginalizadoras. En este sentido, ha sido
responsable de iniciativas fundamentales en el campo de los
derechos civiles y de la protección del medio ambiente; ha
desarrollado críticas muy elaboradas y persuasivas de las
filosofías, metafísicas y prácticas sociales
del meme religioso convencional (azul) y del meme
científico (naranja) y de sus agendas a menudo
exclusivistas, patriarcales, sexistas y colonialistas.

Pero también hay que señalar por otra
parte que, por más eficaz que haya sido su crítica
de los estadios anteriores, el meme verde también ha
dirigido sus andanadas hacia todos los estadios post-verde,

con resultados más que desafortunados, tomando muy
difícil -y, en demasiadas ocasiones, hasta imposible- su
avance hacia construcciones más holísticas e
integrales.

Porque lo cierto es que el relativismo pluralista
(verde) -que se encuentra más avanzado que el absolutismo
mítico (azul) y que la razón formal (naranja) y se
adentra en contextos individualistas ricamente texturados- se
halla teñido de un fuerte subjetivismo. Y ello
significa que su visión de la verdad y la bondad
está muy determinada por las preferencias individuales
(con tal de que el individuo no dañe a los demás).
Desde esta perspectiva, lo que es cierto para usted no
necesariamente lo es para mí, puesto que lo correcto es
simplemente lo que los individuos o las culturas deciden en un
determinado momento; no existe ninguna verdad o conocimiento
universal; cada persona es libre de encontrar sus propios
valores, que no tienen por qué ser los mismos que los de
los demás. Se trata de una postura que puede ilustrarse
perfectamente con la frase «Tú ocúpate de tus
cosas que yo lo haré de las mías».

Éste es el motivo por el cual este estadio
también es conocido como el del "yo sensible". Y
precisamente porque es consciente de la existencia de muchos
contextos diferentes y de numerosas verdades diferentes
(pluralismo), vuelve hacia atrás en un esfuerzo por
permitir que cada verdad disponga de su propio espacio, sin
marginar ni desdeñar a ninguna. Por ello, al igual que
ocurre con los términos "antijerarquía",
"pluralismo", "relativismo" e "igualitarismo", cada vez que
escuche la palabra "marginación" se hallará muy
probablemente en presencia de un meme verde.

Lamentablemente, este noble intento también tiene
sus inconvenientes. Las reuniones que se atienen a los principios
del meme verde tienden a discurrir de un modo muy similar: todo
el mundo comienza expresando sus sentimientos (lo que suele
requerir varias horas); luego tiene lugar un proceso casi
interminable en el que todo el mundo expresa sus opiniones, sin
llegar a tomar, en muchos casos, ninguna decisión o curso
de acción concreto, porque muy probablemente
excluiría a alguien. Así pues, existe la
intención de mantener un abrazo inclusivo, no marginador y
compasivo de todos los puntos de vista, pero sin saber
exactamente cómo hacerlo, porque lo cierto es que no todos
los puntos de vista tienen el mismo valor. Así es como se
llega a la curiosa situación de que el éxito de la
reunión no depende tanto de llegar a una
conclusión, como de haber permitido que todo el mundo
tuviera la oportunidad de expresar sus sentimientos. Puesto que
se supone que ninguna visión es intrínsecamente
mejor que otra, no puede recomendarse ningún curso real de
acción más que el de compartir todas las visiones
y, en el caso de que alguien exponga una afirmación con
convencimiento, se considera como un ejemplo de opresión
autoritaria. En los años sesenta circulaba un
refrán muy común que decía algo así
como que «la libertad es una reunión
interminable»… pues bien, no cabe la menor duda de que la
parte "interminable" era cierta.

El relativismo pluralista es la actitud dominante en el
mundo académico. Como bien resume Colin McGuinn:
«Según esta concepción, la razón
humana es intrínsecamente local, culturalmente relativa,
arraigada en los hechos cambiantes de la naturaleza y la historia
humana, una cuestión de "prácticas", "formas de
vida", "marcos de referencia" y "esquemas conceptuales"
diferentes. No existe ninguna norma de razonamiento que
trascienda lo que es aceptado por una sociedad o una época
determinada y no existe justificación objetiva alguna para
la creencia de que todo el mundo debe respetar el dolor del mal
funcionamiento cognitivo. De este modo diferentes personas pueden
asumir legítimamente pautas de acción distintas. La
única justificación, en última instancia, de
una creencia asume la forma de "que sea justificada para
mí"»." Como dice Clare Graves: «Este sistema
contempla el mundo desde una perspectiva relativa y el
pensamiento pone un énfasis radical y compulsivo en verlo
todo desde un marco de referencia relativo y
subjetivo».

Tal vez ahora resulte evidente que el hecho de que el
relativismo pluralista asuma una postura tan subjetivista lo toma
especialmente proclive a caer en el narcisismo. Y ése es,
precisamente, el meollo del problema, porque el pluralismo se
convierte de manera inadvertida en un superimcín para el
narcisismo,
en el hogar de la cultura del narcisismo y no
hay que olvidar que el narcisismo es el gran destructor de
cualquier cultura, en general, y de cualquier TOE, en particular
(puesto que se niega a salir de su propia órbita subjetiva
y no puede permitir la existencia de otras verdades distintas a
la suya). Así pues, el primero de los obstáculos
que impiden la emergencia de una auténtica TOE es, desde
mi punto de vista, la cultura del narcisismo.

Y aquí es, precisamente, donde entra en escena
boomeritis.

Boomeritis

Aburrida: persona de mal gusto, más
interesada en ella que en mí.

AMBROSE BIERCE

El diccionario define al término
narcisismo como "interés excesivo en uno mismo,
en la propia importancia, en las propias habilidades,
etcétera; egocentrismo". Pero el narcisismo no consiste
tan sólo en sobrevalorar el yo y sus capacidades, sino
también en infravalorar correlativamente a los
demás y a sus aptitudes. Así pues, el narcisismo no
se caracteriza sólo por una autoestima desproporcionada,
sino también por una desvalorización
simultánea de los demás. Según dicen los
clínicos, el estado interno característico del
narcisismo es el de un yo vacío o fragmentado que trata de
llenar ese vacío con un movimiento egocéntrico
destinado a engrandecer el yo a expensas de disminuir el yo de
los demás, de modo que su talante emocional queda
perfectamente reflejado por la frase: «¡A mí
nadie me dice lo que tengo que hacer!».

Aunque existen muchas formas de conceptualizar el
narcisismo (y también muchas modalidades diferentes de
narcisismo), la mayor parte de los psicólogos están
de acuerdo en que, hablando en términos generales, se
trata de un rasgo normal de la infancia que, en el mejor de los
casos, acaba viéndose superado. De hecho, el proceso de
desarrollo de la conciencia puede ser considerado como una
disminución progresiva del egocentrismo.
El
niño pequeño se halla fundamentalmente encerrado en
su propio mundo, ajeno tanto al entorno que le rodea como a la
mayor parte de las interacciones humanas.' En la medida en que
van consolidándose la fortaleza y las capacidades de su
conciencia, va cobrando simultáneamente conciencia de
sí y de las personas que le rodean, hasta llegar
finalmente a desarrollar cualidades con las que no nace -como el
cuidado, la compasión y el abrazo integral generoso-, que
le permiten ponerse en el lugar de los demás.

El desarrollo en tanto que disminución del
egocentrismo

Como señala Howard Gardner, el psicólogo
evolutivo de Harvard:

El niño pequeño es sumamente
egocéntrico, lo cual no significa que sólo piense
egoístamente en sí mismo sino, muy al contrario,
que no puede pensar en sí mismo. El niño
egocéntrico es incapaz de diferenciarse del resto del
mundo y, en ese sentido, todavía no se ha separado de los
demás ni de los objetos. De este modo, siente que los
otros comparten su dolor o su placer, que
inevitablemente deben comprender las palabras que apenas
masculla, que su perspectiva es compartida por todas las personas
y que hasta los animales y las plantas participan de
su conciencia. Así, cuando juega al escondite
cree ingenuamente que, si no ve a los demás,
ellos tampoco podrán verle, porque su egocentrismo le
impide reconocer que el punto de vista de los demás es
diferente del suyo. Desde esta perspectiva, el proceso
entero del desarrollo humano puede ser considerado como una
disminución progresiva del egocentrismo.

El desarrollo, en gran medida, supone una
expansión de la conciencia y una
disminución correlativa del narcisismo, que va
acompañada de la capacidad de tener en cuenta -y, en
consecuencia, de expandir la conciencia- hasta llegar a abarcar a
otras personas, lugares y cosas. Carol Gilligan, por ejemplo,
descubrió que el desarrollo moral de las mujeres atraviesa
tres grandes estadios generales a los que denomina
egoísta, respeto y respeto universal, en cada uno
de los cuales se amplía el círculo del respeto y la
compasión al tiempo que diminuye el egocentrismo. Al
comienzo, la niña se halla fundamentalmente preocupada por
sí misma, luego comienza a preocuparse también por
los demás (habitualmente su familia y sus amigos) y,
finalmente, puede expandir su preocupación y buenos deseos
a toda la humanidad (y asumir así un abrazo más
integral). Y hay que decir que cada nuevo paso hacia adelante en
ese proceso no significa que uno deje de preocuparse por
sí mismo, sino tan sólo que cada vez incluye
más a los demás, por quienes llega también a
sentir una preocupación y una compasión
genuinas.

Digamos también, incidentalmente, en este mismo
sentido, que los hombres atraviesan estos mismos tres estadios
generales aunque -según Gilligan- enfatizando más
los derechos y la justicia que el respeto y la relación.
Gilligan opina que, después del tercer estadio, ambos
sexos pueden pasar por un cuarto estadio de
integración que contrarresta esta tendencia, de
modo que, en el estadio integral-universal, tanto los hombres
como las mujeres integran las facetas masculinas y femeninas
unificando así la justicia y la compasión. Este
abrazo integral constituye una especie de culminación del
tercer estadio general de respeto universal (que en breve
correlacionaré con otras concepciones, como la Spiral
Dynamics, por ejemplo).

Estos tres estadios generales son comunes a la mayor
parte de las facetas del desarrollo y son conocidos con nombres
muy diversos, como preconvencional, convencional y
postconvencional; egocéntrico, sociocéntrico y
mundicéntrico, o "yo", "nosotros" y "todos
nosotros".

El estadio egoísta suele denominarse
preconvencional, porque el niño pequeño
todavía no ha aprendido las reglas y roles convencionales
o, dicho en otras palabras, porque todavía no se ha
socializado. No puede asumir el papel de los demás y, en
consecuencia, tampoco puede experimentar un respeto y una
compasión genuinos. Precisamente por esto sigue siendo
egocéntrico, egoísta, narcisista, etc., lo cual
no significa que no experimente ningún tipo de
sentimientos hacia los demás, ni que sea completamente
amoral, sino tan sólo que, comparado con los estadios
posteriores
del desarrollo, sus sentimientos y su moral se
hallan todavía fuertemente anclados en los impulsos, los
instintos y las necesidades fisiológicas. (Aunque algunos
teóricos románticos sostengan que el niño
mora en un estado de libertad no-dual y bondad original,
¿qué bebé es realmente libre? En el mejor de
los casos, se trata de un estado de potencialidad y apertura, no
de presencia real de la libertad, dado que cualquier estado
sometido a los impulsos, el hambre, la tensión y la
descarga no puede ser realmente libre. En cualquier caso, la
investigación realizada al respecto evidencia de manera
consistente que el niño no puede asumir el papel de los
demás y, en consecuencia, no se halla en condiciones de
experimentar compasión, respeto o amor por
ellos.)'

En tomo a los 6 o 7 años de edad,
aproximadamente, tiene lugar un cambio muy profundo en la
conciencia y el niño comienza a estar en condiciones de
asumir el papel de los demás. Supongamos, por ejemplo, que
usted tiene un libro de portada azul y contraportada naranja.
Supongamos también que le muestra ese libro a un
niño de cinco años de edad y que después lo
sostiene entre ambos de modo que la tapa naranja quede mirando
hacia usted y la azul hacia el niño. Pregúntele
luego qué color está viendo y no dudará en
responder correctamente que el azul. Pero si luego le pregunta
qué color es el que usted está viendo, el
niño de cinco responderá equivocadamente que azul,
a diferencia de lo que ocurre con el de siete
años.

Dicho en otros términos, el niño de cinco
años no ha desarrollado todavía la capacidad
cognitiva que le permita salir de su propia piel y colocarse
provisionalmente en la piel de otro y, en consecuencia, nunca
entenderá realmente su perspectiva, nunca le
comprenderá y por lo tanto no será posible el
reconocimiento mutuo. Mal podrá, en tal caso,
respetar su punto de vista (por más que emocionalmente
puede amarle). Pero todo eso comienza a cambiar con la emergencia
de la capacidad de asumir el papel de los demás, un avance
al que Gilligan, dicho sea de paso, denomina como el avance desde
el estadio egoísta al del
respeto.

El estadio del respeto -que habitualmente se prolonga
desde los siete años de edad hasta la adolescencia– es
conocido también con los nombres de convencional,
conformista, etnocéntrico y sociocéntrico,

formas diferentes, todas ellas, de decir centrado en el grupo (ya
sea la familia, el grupo de pares, la tribu o la nación).
En tal caso, el niño sale de su propia perspectiva
limitada y empieza a compartir las visiones y perspectivas de los
demás, hasta el punto de quedar muy a menudo
atrapado en la perspectiva de éstos (de
ahí el término conformista). Este estadio suele ser
conocido también como el estadio del "niño bueno" o
la "niña buena", "rni patria, esté en lo cierto o
esté equivocada", etc., reflejando, de ese modo, la
intensa conformidad, presión de los pares y autoridad del
grupo que normalmente le acompañan. Por otra parte, aunque
el individuo que se halle en este estadio pueda salir, hasta
cierto punto, de su propio punto de vista, no puede hacer lo
mismo con la perspectiva del grupo. Ha pasado del "yo" al
"nosotros" -y experimentado, por tanto, una mengua del
egocentrismo- pero todavía se halla atrapado en el "mi
patria, esté en lo cierto o esté
equivocada".

Esta situación empieza a cambiar en la
adolescencia, con la emergencia de la conciencia
postconvencional y mundicéntrica (el respeto
universal de Gilligan), otro gran paso hacia delante en
el proceso de disminución del egocentrismo porque, en esta
ocasión, es el grupo de pares el que se pone en
cuestión. ¿Qué es lo correcto y justo, no
sólo para mí, mi tribu o mi nación, sino
para todos los seres humanos, independientemente de raza,
religión, sexo o credo? Éste es el momento en que
el adolescente puede convertirse en un apasionado idealista, un
cruzado de la justicia o un revolucionario dispuesto a poner al
mundo patas arriba. Y aunque parte de esta situación se
deba simplemente a un cambio hormonal, también tiene que
ver con la emergencia del estadio

del respeto, la justicia y la ecuanimidad universal que
jalona el comienzo de la posibilidad de desarrollar un
abrazo auténticamente integral.

La espiral de la
compasión

Estos tres estadios generales -egocéntrico,
etnocéntrico y mundicéntrico- resumen simplemente
las muchas olas por las que atraviesa el proceso del desarrollo
de la conciencia, pero ya podemos advertir que, como dice
Gardner, el desarrollo, en realidad, constituye una
disminución del egocentrismo. Cada nueva ola evolutiva
supone, pues, simultáneamente, una disminución del
narcisismo y un aumento correlativo de la conciencia (o
un aumento en la capacidad de asumir perspectivas cada vez
más amplias y profundas).

Existen, obviamente, modelos más complejos que
presentan más estadios. En el capítulo 1 hemos dado
un ejemplo de las ocho olas del desarrollo de la conciencia de
las que habla la Spiral Dynamics (véase figura 2.1 para
las correspondientes correlaciones). Según la Spiral
Dynamics, existen tres estadios preconvencionales, el beige
(arcaico-instintivo), el púrpura (mágico-animista)
y el rojo (egocéntrico). Advirtamos que, aunque el meme
rojo se califique como "egocéntrico", los dos estadios
anteriores son todavía mucho más
egocéntricos (puesto que, como ya hemos dicho, el proceso
de desarrollo se caracteriza por una franca disminución
del narcisismo), lo único que ocurre es que rojo jalona
simplemente el final de los reinos egocéntricos y
preconvencionales. En el siguiente estadio (azul, es decir,
conformista-rol), el narcisismo se diluye en el grupo:
¡no soy yo, sino mi país, el que no puede estar
equivocado! Esta postura convencional/conformista perdura hasta
llegar al meme naranja (egoico-racional), que jalona el acceso a
los estadios postconvencionales (verde, amarillo y turquesa), que
se caracterizan (especialmente naranja y verde) por el
cuestionamiento de los mitos, de los valores conformistas y de
los

Figura 2.1. Visiones del inundo e
identidades.

prejuicios etnocéntricos que casi siempre
impregnan los estadios preconvencionales y
convencionales.

Resumiendo, pues, en la medida en que el proceso de
desarrollo avanza desde lo preconvencional a lo convencional y,
posteriormente, hasta lo postconvencional (o, lo que es lo mismo,
desde lo egocéntrico a lo etnocéntrico y,
posteriormente, hasta lo mundicéntrico), el peso del
narcisismo y del egocentrismo va disminuyendo de forma lenta pero
segura. En lugar de tratar al mundo (y a los demás) como
una mera extensión del propio yo, el adulto maduro de la
conciencia postconvencional trata al mundo en sus propios
términos, como un yo individualizado en una comunidad de
otros yoes individualizados entre los cuales existe un respeto y
un reconocimiento mutuo. La espiral del desarrollo es, dicho en
otras palabras, una espiral de compasión que se expande
desde el "yo" al "nosotros" y, posteriormente, hasta el "todos
nosotros", abriéndose cada vez más a un abrazo
realmente integral.

Debo advertir, no obstante, que con ello no estoy
afirmando que el desarrollo suponga un progreso lineal cada vez
más positivo y luminoso, porque lo cierto es que cada
nuevo estadio no sólo nos proporciona nuevas
potencialidades, nuevas capacidades y nuevas fortalezas, sino que
también abre la puerta a nuevos desastres, nuevas
patologías y nuevas enfermedades. Hablando en
términos generales, podríamos decir que los nuevos
sistemas emergentes deberán enfrentarse a problemas nuevos
que no aquejaban a sus predecesores (los perros pueden padecer
cáncer, cosa que no ocurre con los átomos, por
ejemplo). Lamentablemente, pues, el proceso de desarrollo de la
conciencia se atiene a una "dialéctica del progreso",
según la cual hay un precio que pagar por cada nuevo paso
hacia adelante que, en consecuencia, trae consigo buenas y malas
noticias. En cualquiera de los casos, el hecho es que cada una de
las olas del desarrollo de la conciencia aporta la posibilidad de
una ampliación del respeto, la compasión, la
justicia y la misericordia, en el camino hacia un abrazo
más integral.

¡Luchemos contra el
sistema!

Una de las causas del narcisismo, pues, se asienta
sencillamente en el fracaso del proceso de crecimiento y
evolución, especialmente en la difícil
transición que conduce desde la fase egocéntrica
hasta la sociocéntrica, una transición a la que
ciertos aspectos de la conciencia pueden resistirse y quedar
así "atrapados" en los dominios egocéntricos, con
la consiguiente dificultad en adaptarse a las reglas y
roles
de la sociedad. Es evidente que algunas de esas reglas
y roles pueden ser indignas de respeto y deben ser cuestionadas y
rechazadas. Pero la actitud postconvencional -que
observa, analiza y critica las normas de la sociedadsólo
puede ser alcanzada después de los estadios
convencionales, porque las competencias logradas en esos estadios
constituyen precisamente los prerrequisitos necesarios para el
desarrollo de la conciencia postconvencional. Dicho en otras
palabras, quien no haya alcanzado los estadios convencionales
difícilmente estará en condiciones de llevar a cabo
una crítica postconvencional a la sociedad y
tenderá, por tanto, a caer presa de la mera
rebelión preconvencional. Recordemos que el lema del
narcisismo es « ¡A mí nadie me dice lo que
tengo que hacer! », un tópico que nunca está
lejos de las olas preconvencionales de la existencia.

Los críticos están de acuerdo en que los
boomer han sido una generación notoriamente
rebelde. Qué duda cabe de que parte de esa rebeldía
ha sido protagonizada por individuos postconvencionales
sinceramente interesados en reformar las facetas injustas,
abusivas o amorales de la sociedad pero, del mismo modo -y, en
este sentido, existe una clara evidencia experimental- un
porcentaje alarmantemente elevado de esa actitud rebelde se ha
originado en impulsos preconvencionales que tienen grandes
dificultades para adaptarse a la realidad convencional. Los lemas
tan habituales de los años sesenta -«¡Luchemos
contra el sistema!» o «¡ Cuestionemos toda
autoridad! »- puede proceder, pues, tanto de las filas
preconvencionales como de las postconvencionales… y la
evidencia sugiere que aquello ocurre con bastante más
frecuencia que esto.

Existe un estudio ya clásico a este respecto que
tuvo como objeto a los participantes de la protesta estudiantil
de Berkeley de finales de los años sesenta,
fundamentalmente en contra de la guerra del Vietnam), aunque,
según los estudiantes, estaba motivada por una perspectiva
moral más elevada. La investigación, sin embargo,
concluyó que la inmensa mayoría no se hallaba tanto
en los estadios postconvencionales del desarrollo como en los
preconvencionales (es innecesario decir que había
muy pocos convencionales/conformistas porque, por
definición, la convencionalidad no es muy rebelde que
digamos). Obviamente, la moral postconvencional y
mundicéntrica de la minoría de activistas resulta
muy encomiable (y con ello no me refiero tanto al contenido
concreto de sus creencias como al hecho de que llegaron a ellas a
través de un razonamiento moral muy elaborado). En
cualquiera de los casos, lo que quiero recalcar es el
egocentrismo preconvencional de la mayoría.

El ítem más fascinante de este tipo de
investigaciones empíricas gira en tomo a la gran
diferencia existente entre lo que podríamos denominar
"pre" y "post", una diferencia que, lamentablemente, suele
soslayarse por la aparente semejanza superficial existente entre
pre-X y post-X (puesto que ambas son no-X). Con ello quiero
decir, por ejemplo, que la no convencionalidad de las posturas
preconvencional y postconvencional (ya que ambas se hallan fuera
de las normas y reglas convencionales) suele llevar
erróneamente a confundirlas. En consecuencia, aunque "pre"
y "post" suelan utilizar la misma retórica y la misma
ideología,
se hallan, de hecho, separados por un
abismo en términos de crecimiento y desarrollo. Así
pues, aunque casi todos los estudiantes de las protestas de
Berkeley afirmaban actuar movidos por principios morales
universales (como, por ejemplo, que «la guerra de Vietnam
viola los derechos humanos universales y, en tanto que ser moral,
me niego a participar en ella»), la investigación
demostró inequívocamente que sólo una
pequeña minoría se hallaba realmente motivada por
principios morales postconvencionales y que la inmensa
mayoría, por el contrario, estaba simplemente
dejándose arrastrar por impulsos egocéntricos
preconvencionales del tipo: «¡A mí nadie
me dice lo que tengo que hacer!
De modo que haz con tu
guerra lo que quieras».

Pareciera pues que, en este caso, se utilizaron nobles
ideales morales para justificar lo que, de hecho, no eran
más que impulsos bastante menos elevados. Es la
extraña similitud superficial existente entre los estadios
"pre" y "post" del desarrollo la que permite este tipo de
coartada o, dicho en otros términos, la que permite que el
narcisismo preconvencional aceche detrás de lo que
ruidosamente se presenta como idealismo postconvencional.
Habría, pues, que reinterpretar el supuesto idealismo de
los boomer a la luz de estos hallazgos y diferenciar
claramente entre lo preconvencional y lo postconvencional para no
incurrir en lo que yo denomino "falacia pre/post".

Y éste es un punto realmente crucial, porque
llama la atención sobre el hecho de que, sin importar
cuán noble, idealista o altruista pueda afirmar ser una
determinada causa -desde la ecología hasta la diversidad
cultural y la paz mundial-, no basta simplemente con ahuecar la
voz. Son demasiados los críticos sociales que simplemente
asumen que, si los boomer hablan de "armonía,
amor, respeto mutuo y multiculturalismo", deben estar
haciéndolo desde una perspectiva idealista y no
egocéntrica porque, como luego veremos, son muchos los
casos en los que simplemente se proclaman a voz en grito
eslóganes no egocéntricos como una cortina de humo
que sólo cumple con la función de ocultar el propio
egocentrismo.

Y con ello no estoy diciendo que todos los
boomer sean culpables de incurrir en ese engaño,
sino tan sólo que existe una actitud que amalgama, con
demasiada frecuencia, la comprensión postconvencional y la
motivación preconvencional a la que denomino
"boomeritis".

Jerarquías de desarrollo versus
jerarquías de dominio

En el mejor de los casos, el pluralismo, el
multiculturalismo y el igualitarismo emergen de la evolucionada
perspectiva proporcionada por el meme verde, una perspectiva que
trata muy noblemente a todos los memes anteriores con el mismo
respeto y compasión.' Pero su apasionado igualitarismo le
impide ver que su propia postura -la primera, a fin de
cuentas, realmente igualitaria- es más bien escasa (puesto
que, como ya hemos visto, sólo afecta al 10% de la
población mundial). Pero lo cierto es que, en una
extrapolación del igualitarismo -que le lleva a no emitir
ningún juicio jerárquico-, el meme verde no se
queda ahí y acaba negando activamente los mismos
estadios que propiciaron su emergencia. Como ya hemos
visto, el igualitarismo verde es el producto de no menos de seis
estadios del desarrollo que, curiosamente, llega a un punto, da
media vuelta y niega violentamente su pasado.

Gran parte de esta confusión pluralista se
origina en una errónea comprensión del
término jerarquía y del papel que
desempeña en el proceso de desarrollo natural. Veamos
ahora, para aclarar este punto, cómo contempla cada uno de
los memes la noción de jerarquía. El meme
púrpura (mágico) reconoce la existencia de muy
pocas jerarquías porque, como veremos, es preformal y
preconvencional. El meme rojo (poder egocéntrico) reconoce
las jerarquías que dependen de la fuerza bruta (fundamento
de los imperios feudales). El meme azul (orden mítico)
reconoce numerosas y muy rígidas jerarquías
sociales, como el sistema de castas hereditarias, las
jerarquías de la Iglesia medieval y la marcada
estratificación social de los imperios feudales y las
naciones tempranas. El meme naranja (logro individual) erosiona
decisivamente las jerarquías azules en nombre de la
libertad individual y de la igualdad de oportunidades (las
jerarquías naranja difieren de las azules en que
sustituyen la herencia y el privilegio por la meritocracia y la
excelencia).

Al llegar al meme verde, sin embargo, el yo sensible
empieza a condenar y atacar casi todo tipo de jerarquía
-muy a menudo, por otra parte, aliada a la opresión
social-, hasta el punto de que su rasgo distintivo es la
antijerarquía.

Con la emergencia del pensamiento de segundo grado, sin
embargo, las jerarquías resurgen de nuevo, pero
esta vez de un modo más amable y anidado. Se trata de
jerarquías anidadas -que también se denominan
jerarquías del desarrollo- como la que va desde
los átomos hasta las moléculas, las células,
los organismos, los ecosistemas, la biosfera y el universo.' Cada
una de esas unidades, no importa lo "humilde" que sea, es
absolutamente crucial para la secuencia entera: destruya
los átomos y acabará simultáneamente con las
moléculas, las células, los ecosistemas, etc. Al
mismo tiempo, cada ola superior envuelve y engloba a sus
predecesoras -los ecosistemas contienen organismos que, a su vez,
contienen células que, a su vez, contienen
molécula-, en un proceso de desarrollo que es, al mismo
tiempo, envolvente. Por ello cada ola es cada vez más
inclusiva, más abarcadora y más integral y,
simultáneamente, menos marginadora, menos exclusivista y
menos opresiva. (Cada ola sucesiva "trasciende a la vez que
incluye", es decir, trasciende su propia estrechez para incluir a
las demás.) Como ocurre con los procesos de crecimiento
naturales, la misma espiral del desarrollo constituye una
jerarquía anidada, una jerarquía del
desarrollo.

Riane Eisler, autora de El cáliz y la
espada,
llama la atención sobre la importante
diferencia existente entre "las jerarquías de dominio" y
"las jerarquías de actualización". Aquéllas
son rígidas jerarquías sociales que constituyen
instrumentos de opresión, mientras que éstas son
jerarquías de desarrollo absolutamente necesarias para la
autorrealización de los individuos y de las culturas (y
también de casi todos los sistemas biológicos). Y
es que las jerarquías de dominio son instrumentos de
opresión, mientras que las jerarquías de
actualización son herramientas de crecimiento, porque
unifican los elementos anteriormente separados y fragmentados.
Así es como los átomos aislados se unifican en
moléculas; las moléculas aisladas se unifican en
células; las células aisladas se unifican en
organismos; los organismos aislados se unifican en ecosistemas;
los ecosistemas aislados se unifican en la biosfera, etc.
Resumiendo, las jerarquías de desarrollo integran los
fragmentos, convierten los montones en totalidades y transforman
la alienación en cooperación.

Todo esto, según la Spiral Dynamics, es lo que
se torna cada vez más consciente en la conciencia de
segundo grado,
una modalidad de conciencia integral que
engloba las jerarquías anidadas del desarrollo. Por ello,
si reaccionamos negativamente contra todas las
jerarquías, no sólo emprenderemos una lucha muy
noble y necesaria contra las injusticias de las jerarquías
de dominio sino que, muy probablemente, obstaculizaremos nuestro
propio desarrollo hasta la conciencia integral de segundo grado.
Como luego veremos, el meme verde cuestionó adecuadamente
los absolutismos y universales de las jerarquías de
dominio propias de azul y naranja, pero terminó
equiparando y negando toda jerarquía, con lo cual
cerró las puertas a su propio desarrollo y quedó
estancado en el pensamiento del primer grado.

(Y lo mismo ocurre con los universales y
"metanarrativas", que están ausentes en las olas
preconvencionales, existen de un modo rígido y opresivo en
el meme azul, se ven atacadas y deconstruidas en el verde y
terminan reapareciendo de un modo más amable y anidado en
las olas integrales propias del pensamiento de segundo grado.
Así pues, ahí donde advierta un ataque a todo tipo
de metanarrativas y universales, es muy probable que se halle en
presencia de un meme verde.)

Boomeritis

El hecho es que la elevada postura evolutiva propia del
pluralismo -resultado de no menos de seis grandes estadios de
transformación jerárquica- da media vuelta y niega
todas las jerarquías, niega el mismo camino que dio
origen a su noble posición
y extiende su abrazo
igualitario a toda posición, sin importar cuán
superficial o narcisista sea, hasta el punto de que cuanto
más igualitaria, más alienta la cultura del
narcisismo. ¡Y no olvidemos que la cultura del narcisismo
constituye la antítesis misma de la cultura
integral!

(Ya hemos visto que la esencia del narcisismo se resume
en el lema «¡A mí nadie me dice lo que tengo
que hacer!». En consecuencia, pues, no reconoce la
existencia de ningún universal y lucha denodadamente por
sacudirse de encima todo tipo de obligaciones y su marcado
egocentrismo puede ser evidenciado por los principios del
relativismo pluralista.)

Así es como la evolucionada ola del pluralismo se
convierte en un superimán para el narcisismo emocional, lo
cual nos lleva de nuevo a boomeritis.

Como han señalado tantos críticos
sociales, boomeritis es una extraña mezcolanza
entre una elevada capacidad cognitiva (el meme verde y el noble
pluralismo) y un bajo narcisismo emocional. Dicho en otros
términos, el evolucionado meme pluralista se convierte en
un refugio que posibilita la reactivación de
alguno de los memes más bajos e intensamente
egocéntricos (como, por ejemplo, púrpura y rojo).
En su noble intento por ir más allá de las reglas
conformistas (muchas de las cuales son, de hecho, injustas y
marginadoras) y en su deseo genuino de deconstruir una
racionalidad demasiado rígida (que suele alentar la
represión y la estupidez), en su admirable intento, en
suma, de avanzar hasta una postura postconvencional, el
meme verde termina abrazando inadvertidamente todo lo no
convencional… lo cual incluye muchas facetas abiertamente
preconvencionales, regresivas y narcisistas.

Boomeritis es una extraña amalgama entre
memes postconvencionales muy elevados y memes narcisistas
preconvencionales muy poco elevados. Y uno de los resultados
típicos de esta situación es que el yo sensible
exagera su importancia y acaba afirmando que posee el nuevo
paradigma que anuncia la mayor transformación de la
historia del mundo, una transformación que
revolucionará completamente la sociedad tal y como la
conocemos, revolucionará todo lo que le precedió,
salvará al planeta, salvará a Gaia, salvará
a la Diosa…

Tenemos, pues, que desembarazamos de algunas de las
facetas negativas de las últimas tres décadas de
dominio boomer de los estudios culturales. Éste
es precisamente el motivo por el cual tantos observadores han
señalado, como ya hemos visto con Lentricchia, que
«resulta manifiestamente imposible exagerar la
inflación heroica del ego que aqueja a la crítica
literaria y cultural académica». Señalemos
una vez más que, si bien ésa no es la historia
completa de los boomer; ni siquiera la más
importante, sí que transmite su aroma más
característico. Boomeritis ha sesgado de un modo
significativo los estudios académicos, se halla
detrás de la mayor parte de las guerras culturales, se
oculta en cada rincón de la Nueva Era, impulsa la mayor
parte de la actividad deconstructiva de la política de
identidad y a diario crea nuevos paradigmas. No existe
ningún ámbito, sin importar cuán inocente
parezca, que haya escapado -como documento extensamente en
Boomeritis 'de su reformulación.

Si a lo largo del proceso normal del desarrollo el
pluralismo verde deja paso a la conciencia de segundo grado y a
un posterior abrazo integral, ¿por qué mi
generación quedó atrapada en el meme verde, en el
relativismo pluralista, en el igualitarismo extremo, en la
oposición a cualquier forma de jerarquía, en el
postmodernismo deconstructivo y en el pluralismo fragmentador del
«Yo hago lo tengo que hacer, tú haces lo que tienes
que hacer y al infierno con cualquier cosa que suene a
integral»? Una de las principales razones parece ser que el
intenso subjetivismo del meme verde fue un imán y un
refugio para el narcisismo que, por las razones que fuere, muchos
críticos sociales han encontrado tan presente en la
generación del yo. Parece que boomeritis
intensifica la fijación al meme verde hasta el
punto de que el narcisismo se encuentra tan a gusto en el
pluralismo que le resulta casi imposible abandonarlo. Así
pues, boomeritis, la combinación entre un elevado
pluralismo y un narcisismo francamente inferior, constituye uno
de los principales obstáculos para llegar a un abrazo
auténticamente integral.

Los muchos dones proporcionados por el meme
verde

A mi juicio, boomeritis representa uno de los
principales obstáculos que dificultan el desarrollo
integral. Pero el punto verdaderamente importante no es tanto lo
que ha funcionado mal con el meme verde, sino lo que puede
funcionar bien, porque es precisamente desde el meme verde
desde donde emerge la conciencia de segundo grado,'
es desde
las perspectivas pluralistas alentadas por verde como se
construyen las redes integradoras y holísticas.

Este hecho merece ser subrayado. El desarrollo procede a
través de un proceso de diferenciación e
integración (un monocigoto, por ejemplo, se
diferencia en dos células, luego en cuatro,
más tarde en dieciséis, después en treinta y
dos… al tiempo que las células diferenciadas van
integrándose en tejidos, sistemas y
órganos coherentes). El meme verde consigue diferenciar
heroicamente el formalismo frecuentemente rígido,
abstracto y universal de la ola racional anterior (el meme
naranja, operacional formal y egoico-racional). Verde, por tanto,
no nos revela un uniformismo racional que tiende a ignorar y
marginarr todo lo ajeno, sino una inmensa variedad de contextos
múltiples, culturas diferentes, percepciones pluralistas y
diferencias individuales y es perceptivo (por algo se le conoce
como el yo sensible) hacia todas aquellas voces
habitualmente no escuchadas. Ya hemos visto que cada meme realiza
una valiosa contribución a la salud de la espiral global
y, en este sentido, la sensibilidad plural es uno de los grandes
dones aportados por verde.

Una vez realizada esta extraordinaria
diferenciación, pueden unificarse en contextos cada vez
más amplios y profundos que descubren un mundo
auténticamente holístico e integral -el salto a la
conciencia de segundo grado-, pero sólo después de
que el meme verde haya concluido previamente su labor. Primero,
pues, existe diferenciación y luego integración. La
conciencia de segundo grado consuma la tarea emprendida por el
meme verde y permite dar el salto desde el relativismo pluralista
hasta el integralismo universal (es decir, el paso que conduce a
la visión-lógica madura, el
aperspectivismo-integral de Gebser, el estado integrado de
Loevinger, etc.). Esto es lo que quiero decir cuando afirmo que
el meme verde libera las múltiples perspectivas que se
verán posteriormente integradas por la conciencia de
segundo grado.

Resumamos diciendo que el meme verde representa la
culminación de pensamiento de primer grado y constituye el
trampolín que permite el salto al pensamiento de segundo
grado. Pero para pasar a las construcciones del segundo grado,
debe relajarse previamente la fijación al relativismo
pluralista del meme verde, único modo de que sus logros se
vean incorporados y pasen a los estadios posteriores. Pero antes
es preciso relajar su propia posición y es precisamente
boomeritis (la identificación narcisista con el
marcado subjetivismo de la postura relativista) lo que se lo
impide. Al resaltar la fijación al meme verde, creo que
podemos acelerar el proceso que nos permita trascender e incluir
sus extraordinarios logros en un abrazo todavía más
generoso.

Más allá del
pluralismo

Pero ¿por qué afirmo que
boomeritis representa uno de los principales
obstáculos que dificultan la emergencia de una
visión auténticamente integral? ¿Acaso no
ocurre lo mismo con la rígida conformidad del estadio
mítico-pertenencia (azul), y también con el
materialismo de la racionalidad-egoica (naranja)? ¿Y
qué diríamos acerca de las terribles condiciones
económicas de tantos países del Tercer
Mundo?…

Sí, todo eso es muy cierto pero, como
estábamos diciendo, el integralismo universal (holismo de
segundo grado) únicamente puede emerger desde el estadio
del pluralismo (verde). Obviamente, todos los "memes"
pre-verde también "impiden" la emergencia de una
visión integral, el único motivo por el cual centro
mi atención en los boomer es que esta
generación (como confirma la investigación
realizada por Graves) es la primera en haber experimentado una
evolución generalizada hasta la ola verde y, en este
sentido, se trata de la primera generación que tiene la
oportunidad de dar el paso que la conduzca hasta la
visión-lógica madura, la conciencia de segundo
grado y usar esa conciencia para organizar las instituciones
sociales de un modo realmente integral.

Pero eso todavía no ha llegado a consumarse
plenamente, porque no ha tenido lugar una transformación
significativa a ningún estadio post-verde (como ya hemos
visto, menos del 2% de la población mundial es
post-verde). Pero eso todavía podría ocurrir
y,
puesto que sólo puede hacerlo desde verde, los
boomer todavía están en condiciones de
realizar un salto al hiperespacio de la conciencia de segundo
grado. Y ésa podría ser una gran
transformación histórica que tendría un
efecto muy poderoso sobre la sociedad, tal y como la conocemos,
una transformación que iría más allá
de las meras palabras, ya que se apoya en la evidencia
proporcionada por los estudios evolutivos psicológicos y
sociales.

La cultura integral

El sociólogo Paul Ray ha descubierto
recientemente un nuevo segmento cultural que, según
él, constituye hoy en día un asombroso 24% de la
población adulta de nuestro país (cerca de cuarenta
y cuatro millones de personas), y al que, para distinguirlo de
los movimientos culturales anteriores del
tradicionalismo y del modernismo, califica con
el nombre de cultura integral. Todavía queda por
ver cuán "integral" es este grupo, pero yo creo que sus
categorías representan corrientes muy reales. Los
tradicionalistas están arraigados en los valores
míticos premodernos (azul), los modernistas en los valores
racional-industriales (naranja) y los creativos culturales en los
valores postformales-postmodernos (verde). Esos tres movimientos
representan exactamente lo que podríamos esperar de la
investigación realizada acerca del desarrollo y
evolución de la conciencia (de lo mítico-preformal
a lo formal racional y el comienzo de lo postformal).

Convendría, no obstante, subrayar varios puntos.
Lo que Ray denomina cultura integral no es integral en la
acepción que yo le doy al término, puesto que no
está arraigado en el integralismo universal, la
visión-lógica madura o la conciencia del segundo
grado. Lo que sugieren los resultados del estudio de Ray, por el
contrario, es que la mayor parte de los creativos culturales
están simplemente activando el meme verde, como
indican claramente los valores que evidencian: fuertemente
antijerárquicos; comprometidos con el diálogo;
abrazando el holismo del mundo chato (como dice Ray, "todo es
holístico", sólo que el verdadero holismo implica
una holoarquía o una jerarquía anidada y los
creativos culturales evitan toda holoarquía, de modo que
su holismo suele ser una mera amalgama de afirmaciones
monológuicas de totalidad como las que suele brindamos la
física o la teoría sistémica); recelosos de
las modalidades convencionales de la mayoría;
admirablemente sensibles a la marginación de las
minorías; comprometidos con los valores pluralistas y el
subjetivismo y entusiastas, por último, de una
espiritualidad fundamentalmente traslativa (es decir, no
transformadora).' Como señala el mismo Don Beck,
resumiendo las conclusiones de su investigación, «la
"cultura integral" de la que habla Ray es, esencialmente, el meme
verde. Existe muy poca evidencia de que los "creativos
culturales" se hallen en el meme amarillo o en el meme turquesa
o, dicho en otras palabras, de que apenas hay constancia de los
memes propios de la conciencia de segundo
grado».'

Y son muchas las investigaciones empíricas
adicionales que parecen apoyar esta interpretación. Yo
creo que la opinión de Ray de que el 24% de los
estadounidenses son "creativos culturales" en una cultura
integral se deriva del hecho de que la mayor parte de los
creativos culturales se hallan, por utilizar los términos
de Jane Loevinger y Susanne Cook-Greuter, en el estadio
individualista (verde), no en los estadios
autónomo o integrado (amarillo y turquesa). La
investigación evidencia que, en realidad, menos del 2% de
los norteamericanos se hallan en el estadio autónomo o
integrado (lo cual también se ajusta perfectamente a las
conclusiones de la investigación realizada por Beck y la
mayor parte de los desarrollistas, según los cuales menos
del 2% han alcanzado el pensamiento de segundo grado).
Resumiendo, pues, los creativos culturales -la mayor parte de los
cuales son boomer- no son realmente integrales, sino que
fundamentalmente están activando el meme verde.'
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Pero es precisamente el meme verde el que, si no termina
siendo abandonado, impide la emergencia de la integración
propia del pensamiento de segundo grado, de modo que lo que Paul
Ray denomina "cultura integral" es lo que realmente está
impidiendo la emergencia de una cultura realmente
integral.

Porque, a menos que sesguemos los datos, la "cultura
integralao es realmente integral.

Pero el hecho es que puede serlo. Y ése
es un punto absolutamente crucial porque, cuando los creativos
culturales alcanzan la segunda mitad de la vida, se hallan
precisamente en el punto en que puede tener lugar un gran salto
en su conciencia que conduzca desde el meme verde hasta la
visión-lógica madura y, en consecuencia, hasta la
conciencia de segundo grado. Como sugeriré más
adelante, este salto hasta la conciencia integral de segundo
grado (y hasta las olas superiores auténticamente
transpersonales) puede tener lugar mediante una
práctica transformadora integral. La única
razón por la que insisto en hablar de boomeritis
es con la esperanza de que el hecho de hablar de algunos de los
obstáculos que impiden esta transformación
podría ayudar a eliminarlos.

Estas dificultades no se encuentran exclusivamente en
los boomer ni en los norteamericanos. El relativismo
pluralista es una ola del desarrollo de la conciencia de la que
disponemos universalmente y tiene sus propios peligros y puntos
de anclaje, entre los cuales debemos destacar un subjetivismo que
parece constituir un verdadero imán para el narcisismo.
Boonieritis, pues, no está, en modo alguno,
confinado a los boomer, sino que puede afectar a
cualquiera que se encuentre a punto de dar el salto a la
conciencia de segundo grado, la única puerta de entrada a
una conciencia espiritual y transpersonal permanente.

Prestemos ahora atención a esa visión
más integral.

Una visión
integral

Simplifica las cosas todo lo que puedas, pero no por
ello las tririalices.

ALBERT EINSTEIN

La transformación
integral

Parece, pues, que entre el 1 y el 2% de la
población mundial se halla en un estadio integral propio
del pensamiento de segundo grado, pero que cerca del 20%
está en el meme verde, a punto de experimentar la
transformación integral a la que Clare Graves ha
calificado de auténtico "salto
cuántico".

¿Cuáles son las condiciones que pueden
fomentar esa transformación? Los teóricos del
desarrollo han aislado decenas de factores que contribuyen a la
transformación vertical (en tanto que algo opuesto a la
traslación horizontal). Desde mi punto de vista, no
obstante, para que realmente se produzca la transformación
deben hallarse presentes varios factores procedentes de
diferentes dimensiones.'

Digamos, para comenzar, que el individuo debe poseer una
estructura orgánica (lo cual incluye una estructura
cerebral) que pueda soportar esa transformación, un
requisito que no suele suponer ningún tipo de problema
porque, a esta altura de la evolución, la mayor parte de
los individuos poseen las condiciones biológicas
necesarias para soportar una conciencia integral.

Pero el sustrato cultural también debe estar en
condiciones de sustentar tal transformación o, en el peor
de los casos, de no oponerse a ella. Tal vez, hace treinta
años, este requisito hubiera supuesto un auténtico
problema, pero son muchos los indicadores que parecen
señalar que, en la actualidad, existe una
predisposición cultural hacia un abrazo
más integral. Digamos, en este sentido, que las
últimas tres décadas de meme verde han preparado el
camino para que un elevado porcentaje de la población (los
integrantes del meme verde que, como sugiere la
investigación realizada a este respecto -véase
figura 6.2- incluye a unos cuarenta millones de norteamericanos y
aproximadamente el mismo porcentaje de la población
europea) esté preparada para experimentar esa
transformación. A fin de cuentas, ésa es,
según Clare Graves, la principal función del meme
verde, sensibilizar a la espiral del desarrollo (por
algo se le denomina el estadio del yo sensible) y, de ese modo,
prepararlo para dar el paso que conduce hasta el pensamiento de
segundo grado.

Pero, para que tal cosa ocurra, la conciencia debe ir
más allá de verde. Parafraseando a Graves,
podríamos decir que «El meme verde debe fracasar y
liberar la energía necesaria para realizar el salto al
pensamiento de segundo grado. Y es ahí, precisamente,
donde se halla hoy en día la vanguardia de la
evolución».' Y, puesto que la principal causa de
fijación al meme verde radica en boomeritis, hay
que remediar prontamente esa perturbación, al menos hasta
cierto punto. (El lector interesado puede encontrar en
Boomeritis varias sugerencias a este respecto.) En
cualquier caso, si uno cobra conciencia del problema que supone
boomeritis y reconoce sus peligros, ya ha dado un
importante paso hacia adelante.

En lo que respecta a las instituciones sociales y al
fundamento tecno-económico concretos, se requieren
profundos avances tecnológicos en una o más
áreas que acicateen a la conciencia individual. (Se trata,
obviamente, del viejo argumento marxista -una verdad parcial pero
todavía válida- según el cual el cambio de
las fuerzas de producción provoca profundas
transformaciones culturales.)

Recientemente hemos experimentado varios de estos
avances en la estructura tecnoeconómica, entre los cuales
cabe destacar la revolución digital/microchip. Nadie duda
hoy de que la nuestra es la "era de la información", una
de las grandes revoluciones sociales que -junto a la recolectora,
la hortícola, la agraria y la industrialhan estimulado la
marcha de la historia, y también suele aceptarse que no
necesitamos seguir morando en ella. Debemos damos cuenta de que
la globalización de las comunicaciones han abierto la
puerta a la posibilidad de una conciencia global e integral. Pero
esta red tecnológica global, este nuevo sistema nervioso
de la conciencia colectiva, no garantiza, en modo alguno, el
desarrollo del individuo hasta el estadio integral. Es cierto que
lo facilita, pero en modo alguno lo garantiza.
Además, global o planetario no significa necesariamente
integral. Después de todo, el meme rojo, el meme azul y el
meme naranja también pueden utilizar Internet, pongamos
por caso. Así pues, por más planetarios o globales
que puedan ser los condicionantes externos, el nivel o estadio de
conciencia no está exclusivamente determinado por ellos
sino -como luego veremos más detenidamente- por
factores interiores.

Así es como llegamos a la última
dimensión, la de la conciencia individual, y a los
factores que posibilitan la transformación personal
(puesto que los otros requisitos ya se hallan más o menos
a punto). Y es en este ámbito donde creo que debemos
resaltar cuatro factores que, en mi opinión, son
especialmente importantes: el logro, la disonancia, la
visión y la apertura.

Con el término logro me refiero al hecho
de que el individuo tiene que haber satisfecho las exigencias
básicas de un determinado estadio u ola, que haya
consolidado ya una competencia básica en cualquiera de las
líneas del desarrollo propias de ese nivel. Y con ello no
quiero decir que la persona tenga que dominar a la
perfección un determinado nivel o estadio, sino
simplemente que debe funcionar de un modo lo suficientemente
adecuado como para poder dar un paso hacia adelante. En el caso
de que la persona no dé ese paso, experimenta un
estancamiento evolutivo que torna improbable el salto.
Desde una perspectiva más subjetiva, podríamos
decir que, para que el individuo esté en condiciones de
dar un paso hacia adelante, debe haber degustado antes lo
suficientemente el estadio en que se halla como para haberse
hartado de él o, lo que es lo mismo, que quien
todavía tenga hambre del alimento propio de un
determinado, estadio estará en condiciones de buscarlo en
otra parte.

Quien, por el contrario, haya degustado lo suficiente un
determinado estadio como para haberse hartado de él,
estará en condiciones de aventurarse a sufrir una
transformación. Pero, para que ello ocurra, debe
experimentar algún tipo de disonancia. Es como si
la nueva ola estuviera luchando por emerger al tiempo que la
vieja se esforzase en permanecer y el individuo experimentara, en
consecuencia, la tensión de esos dos impulsos como una
disonancia que lo empujase en direcciones diferentes. Así
pues, la insatisfacción profunda, la desazón o
incluso el hartazgo con el nivel presente genera una insidiosa y
conflictiva disonancia. (Digamos de paso en este sentido que una
de las razones por las que escribí Boomeritis fue
la de generar algún tipo de disonancia en el meme verde
que, por cierto, ha acabado indisponiéndome con
ellos.)

En cualquier caso, uno debe estar en condiciones de
renunciar -o de morir- al nivel presente. Tal vez uno haya
tropezado con sus limitaciones y contradicciones
intrínsecas (como diría Hegel), haya comenzado a
desidentificarse de él (como diría Assagioli) o
quizás simplemente se haya cansado de permanecer en la
misma situación. Llegados a este punto, para que el
individuo pueda dar un paso hacia delante es necesaria
algún tipo de visión de la
situación como, por ejemplo, la comprensión de lo
que uno quiere y de lo que la realidad realmente ofrece.
Así pues, la afirmación, la volición y la
intención de cambiar pueden ser elementos fundamentales de
la visión de la situación que alienten el proceso
de desarrollo de la conciencia. Esta visión,
además, puede verse estimulada por la
introspección, por las conversaciones con los amigos, por
la terapia, por la meditación -o incluso, más
frecuentemente de lo que creemos-, por el simple hecho de
vivir.

Cuando todos esos factores, finalmente, están a
punto, se toma posible la apertura a la siguiente ola
más profunda, más elevada, más amplia y
más abarcadora del desarrollo de la conciencia.

Los factores, pues, que favorecen el "salto
cuántico" a la siguiente ola integral -que el individuo se
haya hartado del meme verde hasta el punto de estar dispuesto a
abandonarlo, que experimente algún tipo de disonancia con
el estado presente, que esté buscando algo más
profundo, más amplio y más significativopueden
resumirse en dos puntos fundamentales: una visión
integral y
una práctica integral.

La primera de ellas nos proporciona una cierta
comprensión y, en este sentido, nos ayuda a superar la
disonancia y a aventurarnos a experimentar una apertura
más amplia y más profunda. La práctica
integral, por su parte, consolida más concretamente todos
esos factores para que no terminen convirtiéndose en meras
ideas abstractas y nociones vagas.

Debo señalar aquí que, en la medida en que
la conciencia comienza a asentarse en el pensamiento de segundo
grado, aparece la posibilidad de una auténtica TOE o, en
el peor de los casos, se convierte en algo sumamente interesante
porque suele expresarse en los términos holísticos
propios de la conciencia de segundo grado.

En los próximos capítulos esbozaré
mi propia versión de una visión integral (de una
TOE) y también exploraré su utilidad en una serie
de ámbitos que van desde la medicina integral hasta los
negocios integrales, la política integral y la
espiritualidad integral. (Con ello no pretendo decir que se trate
de la única visión integral posible ni tampoco de
que sea la mejor. Lo único que afirmo, por el contrario,
es que es la mejor que yo conozco.) Comenzaremos, pues,
considerando esta visión integral y luego echaremos un
vistazo al aspecto que podría asumir una práctica
integral para que, quien lo desee, pueda actualizar esta
visión integral en su propio caso y aportar un enfoque
más comprehensivo a los muchos modos en que podemos tratar
de ayudar a los demás.

Sexo, ecología,
espiritualidad

Ésta fue la TOE que traté de esbozar en
Sexo, ecología, espiritualidad (SEE). Y puesto
que, muy a menudo, se me pregunta por la génesis de ese
libro, por los motivos que me llevaron a escribirlo y por las
críticas que recibió, permítaseme ahora
interrumpir la narrativa teórica y entrar en un relato
personal acerca de este punto.

Sexo, ecología, espiritualidad fue el
primer libro teórico que escribí durante los casi
diez años posteriores a los hechos descritos en Gracia
y coraje: Espiritualidad y curación en la vida y en la
muerte de Treya Killam Wilber.
(Diez días
después de que Treya y yo nos casáramos, en 1983,
ella fue diagnosticada de cáncer del pecho y, a partir de
ese momento, pasamos los cinco años siguientes luchando
contra la enfermedad. Finalmente Treya murió en 1989, a la
edad de cuarenta y un años. Ella fue quien me pidió
que escribiera el relato de nuestra ordalía y Gracia y
coraje
fue el resultado.)

El libro anterior, Transformations of
Consciousness
(escrito en colaboración con Jack
Engler y Daniel P. Brown) [un libro en el que Wilber participa
con tres artículos que fueron recopilados por Editorial
Kairós en 1992 con el título de
Psicología integral], se publicó en 1984;
en 1991 escribí Gracia y coraje y luego me
dispuse a escribir un libro de texto de psicología
transpersonal que llevaba varios años planeando con el
título tentativo de System, Self, and Structure,
pero que, por un motivo u otro, nunca terminaba de abordar.
Decidido, pues, a terminarlo, me senté y comencé a
escribir un libro en dos volúmenes y fue entonces cuando
no tardé en darme cuenta de que cuatro de las palabras
utilizadas en el primer párrafo (desarrollo,
jerarquía, trascendente y universal) no estaban permitidas
en el discurso académico. Es innecesario decir que este
hecho paralizó mi decisión de escribir System,
Self, and Structure,
que, de nuevo, se vio desterrado al
fondo del cajón de los proyectos. (Recientemente ha salido
una versión resumida de ese libro con el título
Integral Psycology [que, en castellano, verá la
luz en Editorial Alamah, Ciudad de México, 2000 con el
título de Una visión integral de la
psicología]).

Durante el período de diez años que
pasé sin escribir ocurrió un hecho al que no le
presté la debida atención y es que el mundo
académico, en general, y los estudios culturales, en
particular, se vieron invadidos por el postmodernismo radical y
por el meme verde, hasta el punto de que las universidades y las
instituciones alternativas se hallaban tan infectadas de
postmodernismo que el único discurso aceptable era el de
lo políticamente correcto. Desde esa perspectiva, la
única visión aceptable del mundo era el relativismo
pluralista, una visión según la cual toda verdad
está culturalmente determinada (excepto la suya propia,
que curiosamente es universalmente aplicable a todas las
culturas), no hay verdades trascendentales (excepto las suyas,
claro está, que trascienden todo contexto concreto), se
desdeña como opresiva y marginadora a toda
jerarquía o clasificación jerárquica de
valor (excepto, obviamente, la suya, que es superior a todas las
alternativas) y no hay verdades universales (excepto su propio
pluralismo que resulta universalmente aplicable a todos los seres
humanos).

Los inconvenientes del ala radical del postmodemismo y
del relativismo pluralista son hoy en día muy conocidos,
pero en la época en que estaba tratando de escribir
System, Self, and Structure eran tan religiosamente
abrazados como si se tratara de la Biblia y, consecuentemente, se
anatematizaban los estudios evolutivos y trascendentales. Por
ello me sentía como un salmón que tiene que
esforzarse en nadar contracorriente río arriba para poder
desovar, de modo que no tardé en dejar de lado System,
Self, and Structure y
comencé a buscar horizontes
menos espinosos.

Pero mientras estaba buscando el mejor modo de proceder
en un entorno intelectual que parecía disfrutar con
deconstruir todo aquello que se cruzaba en su camino, una cosa me
quedó clara: debía dar un paso atrás y
comenzar desde el principio, tratando de elaborar un vocabulario
más adaptado a una filosofía constructivista.
Más allá del relativismo pluralista se halla el
integralismo universal y, en consecuencia, me apresté a
esbozar una filosofía del integralismo
universal.

O, dicho de otro modo, busqué un filosofía
global o integral que sirviera para interrelacionar de
un modo plausible los múltiples contextos pluralistas de
la ciencia, la moral y la estética, de la filosofía
(tanto oriental como occidental) y de las grandes tradiciones de
sabiduría del mundo entero. Pero no al nivel de los
detalles, lo cual es imposible, sino en tanto que
generalizaciones orientadoras y que sirviera para
evidenciar que el mundo no se halla realmente dividido, sino que
es uno, una especie de filosofía holística (una
TOE) para un Kosmos holístico.

Tres años después había escrito
Sexo, ecología, espiritualidad. Durante ese
período viví como un ermitaño hasta el punto
de que no me habré relacionado con más de cuatro
personas (mi amigo Roger Walsh venía una vez al año
para asegurarse de que todavía seguía vivo). Era
como si hubiera emprendido un retiro típico en silencio de
tres años (un período descrito en la entrada del 12
de junio de Diario).

La parte más dura de ese libro tenía que
ver con las jerarquías. Es evidente que las
jerarquías de dominio son deplorables y que los
ordenamientos jerárquicos sociales opresivos resultan
dañinos. Afortunadamente, el postmodernismo nos ha tornado
más sensibles a todas esas injusticias. Pero hay que decir
que, hasta los críticos antijerárquicos tienen sus
propias jerarquías (ordenamientos jerárquicos de
valor), que, por ejemplo, valoran más el pluralismo que el
absolutismo. Hasta los ecofilósofos -que aborrecen de toda
jerarquía que ubique al ser humano en la cúspide de
la escala evolutiva- disponen de su propia jerarquía, una
jerarquía según la cual los elementos
subatómicos forman parte de los átomos, que a su
vez forman parte de las moléculas, que a su vez forman
parte de las células, que a su vez forman parte de los
organismos, que a su vez forma parte de los ecosistemas, que a su
vez forman parte de la biosfera. Así pues, ellos valoran
la biosfera por encima de los organismos particulares (como el
ser humano, por ejemplo) y se quejan de que el hombre esté
esquilmando la biosfera en aras de sus propios intereses
egoístas. Esto es lo que afirma su peculiar sistema de
valores.

Y lo mismo ocurre con las feministas, que también
sostienen sus propias jerarquías (según las cuales,
por ejemplo, las sociedades participativas son mejores que las
sociedades de poder; la vinculación [linking] es
mejor que el ordenamiento [ranking] y la
liberación es mejor que la opresión); los
teóricos sistémicos tienen centenares de
jerarquías (ya que la mayoría de los sistemas
naturales se hallan dispuestos jerárquicamente), los
biólogos, los lingüistas y los psicólogos
evolutivos tienen sus propias jerarquías (y hasta los
memes que no reconocen jerarquías como el beige o el
púrpura también tienen sus propias estructuras
jerárquicas). De este modo, y aunque explícitamente
afirmen lo contrario, todo el mundo parece tener
algún tipo de jerarquía. El problema es que ninguna
de esas jerarquías parece cuadrar con las demás,
ninguna de ellas parece estar de acuerdo con las otras.
Ése fue el problema básico que me mantuvo encerrado
en casa durante tres años.

Llegó un momento en que tenía el suelo
empapelado de folios tratando de ver el mejor modo de encajar
casi doscientas jerarquías diferentes. Por una parte
estaban las jerarquías de las "ciencias naturales", que
son las más sencillas, puesto que todo el mundo parece
estar de acuerdo al respecto: desde los átomos hasta las
moléculas, las células y los organismos, por
ejemplo. Se trata de jerarquías muy fáciles de
entender, porque son muy gráficas y hasta pueden verse
directamente utilizando un microscopio: los organismos contienen
células, que a su vez contienen moléculas, que a su
vez contienen átomos. Además, ésa es una
jerarquía inclusiva en la que las células abrazan o
envuelven literalmente a las moléculas.

Otro tipo de jerarquías fueron las descubiertas
por los psicólogos evolutivos, versiones diferentes todas
ellas de la jerarquía cognitiva, que va desde lo
preconvencional a lo convencional y lo postconvencional o, visto
más detenidamente, de la jerarquía que va desde la
sensación hasta la percepción, el impulso, la
imagen, el símbolo, el concepto, la regla, etc. Los
nombres variaban y los esquemas eran levemente diferentes, pero
la sucesión jerárquica era siempre la misma, puesto
que cada estadio sucesivo incorporaba a sus predecesores y le
agregaba alguna capacidad nueva. Se trataba de algo muy similar a
las jerarquías de las ciencias naturales, exceptuando tal
vez el hecho de que todavía no se acomodaban de un modo
evidente. Además, uno puede ver organismos y
células en el mundo empírico, pero no puede ver del
mismo modo los estados interiores de la conciencia y, en
consecuencia, no resultaba evidente el modo en que podían
acoplarse todas esas jerarquías.

Y ésas eran las más fáciles.
Había jerarquías lingüísticas,
jerarquías contextuales y jerarquías espirituales;
había estadios del desarrollo de la fonética, de
los sistemas estelares, de las visiones culturales del mundo, de
los sistemas autopoyéticos, de las modalidades
tecnológicas, de las estructuras económicas, del
desarrollo filogenético, de las realizaciones
supraconscientes… Y todas ellas parecían reacias a
reconciliarse.

En su reputado Laws of Form, G. Spencer Brown,
dijo que los nuevos conocimientos aparecen simplemente cuando uno
no olvida lo que necesita saber, como si bastara con mantener
presente el problema y esperar. La historia de los seres humanos
constituye el claro testimonio de este hecho. Un individuo
tropieza con un problema y se obsesiona con él hasta que
acaba resolviéndolo. Y lo más curioso de todo es
que, más pronto o más tarde, el problema siempre se
resuelve. Tal vez requiera una semana, un mes, un año, una
década, un siglo o un milenio, pero el Kosmos
siempre acaba proporcionando soluciones. Durante un
millón de años, los seres humanos han estado
contemplando la Luna con la esperanza de hollarla…

En mi opinión, cualquier persona competente es
capaz de tener presentes los problemas que le aquejan hasta
encontrar una solución, lo que no todos poseemos es la
determinación, la pasión o el grado de
obsesión requerido para mantener el problema durante el
tiempo necesario o con la suficiente intensidad. Todo ese tiempo
estuve obsesionado con este problema concreto y, al finalizar ese
período de tres años, las cosas empezaron a
aclararse. Entonces me di cuenta de que las distintas
jerarquías se referían a cuatro grandes grupos (a
los que, como veremos más adelante, terminé
llamando los cuatro cuadrantes). Porque las cosas
comenzaron a cobrar sentido cuando advertí que algunas de
ellas se refieren a individuos, otras a colectividades, otras a
realidades exteriores y otras, por último, a realidades
interiores.

Los elementos constitutivos de estas jerarquías
son los holones, totalidades que, al mismo tiempo,
forman parte de otras totalidades. La totalidad átomo, por
ejemplo, forma parte de la totalidad molécula; la
totalidad molécula forma parte de la totalidad
célula; la totalidad célula forma parte de la
totalidad organismo. Del mismo modo, la totalidad letra forma
parte de la totalidad palabra, que a su vez forma parte de la
totalidad frase, que a su vez forma parte de la totalidad
párrafo, etc. Así pues, la realidad no está
compuesta de totalidades ni de partes, sino de totalidades/parte
u holones. En cualquier dominio que la consideremos, la realidad
está básicamente compuesta de holones.

Ése es también el motivo por el cual, como
señaló Arthur Koestler, una jerarquía de
desarrollo es, en realidad, una holoarquía, puesto que
está compuesta de holones (como la que va de los
átomos a las moléculas, las células y los
organismos y a las que también me refiero con los nombres
de jerarquía anidada o jerarquía de
actualización. Y debo decir que las holoarquías
constituyen el espinazo central del holismo, puesto que
convierten a los montones en totalidades, que forman parte de
otras totalidades, y así hasta el infinito). El Kosmos,
pues, está compuesto por una serie de nidos que se hallan
dentro de nidos, que a su vez se hallan dentro de otros nidos,
expresando así un abrazo cada vez más
holístico. Miremos donde miremos no veremos más que
holoarquías de holones, por ello todas tienen su
propio valor holoárquico y todas, en última
instancia, se hallan interrelacionadas y ajustan
perfectamente.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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